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son muchas las razones que nos pueden impulsar a un cambio de vida tan profundo como el que acabo de realizar hace una semana. Me llevó un par de semanas decidir a que país aunque llevaba varios meses pensando en regresar a México después de 6 años de ausencia. Vi opciones en Canadá, Nueva Zelanda y alcancé a pensar en un par de países más de Sudamérica.

Al pensar en el cambio me invadía una energía imparable, positiva, un impulso mas grande y mas fuerte que el miedo que también me acompañó en esas semanas. Lo hablé con personas realmente cercanas en quienes confío plenamente para escuchar su opinión,  luego me encerré en mi misma sintiendo sin miedo hacia donde quería llevar el rumbo de mi vida. No fue fácil soltar  lugares,  recuerdos,  personas, lo que llamamos hogar, familia, rutina, aún así la idea de soltarlo todo sin tener certeza plena, sin tener control era bastante seductora, así que me decidí a hacerlo.

Viendo friamente mis años en Bogotá, en realidad no obtuve los resultados que esperaba de manera profesional. De manera personal mi corazón sanó las malas decisiones tomadas años atrás, mi familia y amigos me rodearon de muchisimo amor para emprender este vuelo renovada, sana, confiada. México parecía la opción más fácil después de haber vivido 13 años aqui y haber desarrollado toda mi carrera profesional, amigos o compañeros de trabajo que contacté en diciembre, enero, febrero y aún a mi llegada, no han hecho más que unirse a mi cambio con ideas, sugerencias, propuestas y compañía. Los resultados iniciales no podía imaginarlos allá, los suponía, los intuía, pero la realidad siempre supera mi imaginación, por eso esta semana ha sido tan especial y me sentido tan bendecida, segura de que este cambio llevaba meses llamándome y yo buscándolo.

En otras ocasiones he tomado decisiones de manera impulsiva y poco pensada, esta vez fui más despacio, vi una meta, varios caminos, varias propuestas y especialmente la certeza de estar haciendo esto por una pasión propia, la pasión por mi vida, mis sueños, mi hija.

El miedo estuvo presente, la rabia de dejar un lugar donde queria asentarme, la tristeza de no estar tan cerca de mis papás o mi hermano, dejé estar todas las emociones que llegaron sabiendo que serían pasajeras, que eran necesarias para el proceso. y fue casi mágico ver como lo que llamaba hogar sólo está en mi interior, no en los objetos que acumulé en estos años ni en los recuerdos que cada uno de ellos tenía.

Sentía como si fuera a caer al vació y eso me gustaba, había dejado atrás el control absoluto sobre cada situación, dejé de ser perfeccionista y dejé de tratar de complacer a los demás. En esas semanas mi caracter se tornó mas fuerte, ví aspectos de mis emociones por mejorar y tuve que ser paciente, muy paciente cuando las cosas no iban al ritmo esperado… un ritmo necesita silencios y pausas para llamarse ritmo, de lo contrario sería ruido.

Esta vez decidí para mi, sin un mapa completo, disfrutando el trayecto, soltando lo que ya no me era necesario, tomando riesgos… haciendo, porque aprendí a dejar de quejarme y empecé a hacer cosas.