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Durante toda mi infancia vi a mis papás cuidar el jardín con las plantas más lindas del barrio, eso decían los vecinos y visitantes y para mi siempre fue real. Estaba lleno de helechos que caían desde los techos y otra cantidad de plantas y flores con menos de un metro de distancia… después nos cambiamos de esa casa a un apartamento y las plantas no fueron con nosotros, otro par de años después mi papá compró una casa en Silvania en donde empezó nuevamente a sembrar cosas en espacios diminutos y finalmente la casa en la que estoy ahora, rodeada de mangos, naranjas, mandarinas, plátanos, aguacates, papayas, limones, piña, una fallida guanábana, cientos de flores y otras plantas ornamentales que hacen que visitar la casa y pasear por el jardín me llene de una energía única.

Y ví que al igual que para sus negocios, sus plantas necesitan paciencia, cuidado, determinación y la intención correcta. Lo he visto pacientemente poner semillas en agua, insertar palillos, dejar secar otras, tener 30 arbolitos de papaya listos, tumbar un árbol de gunábana enfermo. Cada planta tiene una intención, que llene espacio y proteja los límites con las otras propiedades, que de flores o frutos, que decore.

Ha persistido con sus plantas bajo muchas circunstancias, plagas, sequías o lluvias excesivas, a manos llenas ha regalado cuanto fruto germina y está pendiente de los ciclos de la luna para podar sus árboles. Me pregunto en qué pensará cuando está en su jardín, acaso será su manera de callar sus pensamientos? lo que sé es que este jardín está verde y hermoso por él, por su interés, por sus manos, por su determinación y entrega. Yo aquí, un retoñito de jardinera.